lunes, 7 de marzo de 2011

Wau y los Arrrghs!!! recogen el testigo

Si el garaje punk tiene unos reyes en nuestro país esos son Wau y los Arrrghs!!!. No hay un grupo de garaje como el suyo en España. Es más: no hay un grupo así en España. Son tan salvajes como  divertidos, tan sucios como bailables, y tras esa mala baba que gastan esconden canciones con letras ingeniosas y brutales estribillos pop.

Han editado dos buenos discos -bastante más redondo “Viven” (2009) que “Cantan en Español” (2005)- y muchas de sus canciones son versiones adaptadas al castellano. Graban en la corte de Jorge Explosión y sus temas se componen de los ingredientes habituales del género: guitarras cortantes, mucho fuzz, órgano farfisa y la alargada sombra de los sesenta.

Hasta aquí todo normal. Como tantos otros colegas garajeros. Pero lo que diferencia a Wau y los Arrrghs!!! es que cuentan con el imbatible carisma de un líder cuarentón, de voz ronca, feo, desdentado y con tripa que vuelve loco al público. Ver a Juanito encima del escenario es como presenciar un extraño e hipnótico cruce entre el hombre de Neandertal e Ian Curtis en pleno trance. Baila, es un decir, con espasmos trogloditas, y se tira al público sin resultar forzado o ridículo, lo que no es poco.  
Sus seguidores corean de pe a pa las letras de sus machacones canciones (“¡Copa, raya, paliza!”, “It´s great, te lo digo en inglés”) y, además, cae simpático. A uno le entran ganas de irse a tomar un zurito y un pintxo con Juanito en uno de esos bares de viejos con solera.
La última prueba del asombroso éxito de los Wau –conviene recordar que hablamos de una banda y una música minoritaria, abonada al underground- se ha certificado este mismo fin de semana en Madrid. La noche del viernes reventaron la sala Clamores y el triunfo fue absoluto, de esos que marcan una época. Había todo tipo de público, incluida una desatada Najwa Nimri (¿!) en las primeras filas.  Y hubo, sobre todo, un detalle de alta carga simbólica que no debiera pasar desapercibido: Jorge Explosion subió a tocar la harmónica en, creo, "Piedras", como cuando un atleta pasa a otro el testigo a falta de pocos metros para acabar (y ganar) la carrera.

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